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Trucos para mantener tus flores como el primer día

Te desvelamos unos pequeños trucos para tus flores

28 de abril de 2013

El día de la Madre, un poco de historia


       La mayoría de nosotros recordamos, desde que tenemos uso de razón, celebrar el Día de la Madre el primer domingo de mayo. Sin embargo, ni esta celebración ha sido siempre este día, ni es igual en todos los países, ni siempre ha tenido el mismo sentido.

       De hecho, los orígenes de esta efemérides se encuentran en la Antigüedad, de la mano de un componente simbólico y mitológico que comienza en Egipto, donde se rendía homenaje a la diosa Isis, nombrada como la «Gran diosa madre», «Fuerza fecundadora de la naturaleza» o, entre otros, «Diosa de la maternidad y del nacimiento». En torno a ella la mitología cuenta cómo, tras la muerte de su hermano y marido, despedazado tras su asesinato, encontró todas las partes de su cuerpo y, tras hacerlo, quedó impregnada de él y fecundó a su hijo Horus.
       De ahí que se le rindiera homenaje, tal y como se hacía también con el mismo sentido en Roma y Asia Menor con la diosa Cibeles o antes en Grecia con la diosa Rhea, madre de los grandes dioses como Deméter, Hades, Hera, Hestia, Poseidón y Zeus.
    
      
       Algunos siglos después los primeros cristianos, instauraron celebraciones propias en honor a la Virgen María, lamadre de Jesucristo . Esta festividad se asocia actualmente en el santoral católico al 8 de diciembre, que se conmemora la Inmaculada Concepción. En esta fecha se celebra el Día de la Madre hoy día, por ejemplo, enPanamá. 
    
    Mientras algunos atribuyen la celebración del Día de la Madre a una estrategia mercadotecnica y comercial, la realidad es que su origen tuvo un sentido muy diferente.


       El origen del actual Día de la Madre se remonta al siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida.


    Un domingo del año, denominado «Domingo de la Madre», a los siervos y empleados se les daba el día libre para que fueran a visitar a sus madres, y se les permitía hornear un pastel (conocido como «tarta de madres») para llevarlo como regalo.


         Esta celebración se desarrollaba colectivamente, en bosques y praderas.

Aunque algunos colonos ingleses en América conservaron la tradición del británico Domingo de las Madres, en Estados Unidos la primera celebración pública del Día de la Madre se realizó en el otoño de 1872, en Boston, por iniciativa de la escritora Julia Ward Howe (creadora del «Himno a la república»). Organizó una gran manifestación pacífica y una celebración religiosa, invitando a todas las madres de familia que resultaron víctimas de la guerra por ceder a sus hijos para la milicia. 

          Proclama del Día de las Madres en 1872
      Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazón, sin importar que su bautismo haya sido de agua o de lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la bondad, la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para ir a herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarme! ¡Desarme!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión
     En nombre de la feminidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de las cuestiones internacionales
     Una proclama pacifista levantada en el contexto norteaméricano de la penosa recuperación tras la posguerra civil, y el inicio de la guerra franco-prusiana, antecedente de las guerras mundiales.Tras varias fiestas bostonianas organizadas por Ward Howe, ese pacifista Día de la Madre cayó en el olvido. Fue hasta la primavera de 1907, en Grafton, al oeste de Virginia, cuando se reinstauró con nueva fuerza el Día de la Madre en Estados Unidos, siendo Ana Jarvis, ama de casa, quien comenzó una campaña a escala nacional para establecer un día dedicado íntegramente a las madres estadounidenses.

En memoria de una madre

         Luego de la muerte de su madre en 1905, Jarvis decidió escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el Día de la Madre, en el aniversario de la muerte de su propia progenitora, el segundo domingo de mayo.
Tuvo muchas respuestas, y en 1910 esta fecha ya era celebrada en casi todo Estados Unidos.

En 1914, el Presidente Woodrow Wilson firmó la proclamación del Día de la Madre como fiesta nacional, que debía ser celebrada el segundo domingo del mes de mayo.

La primera celebración oficial tuvo lugar un día 10 de mayo, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países del mundo como la fecha del «Día de las Madres».

En México, los aztecas ya honraban la maternidad


        A la madre de Huitzilopochtli
    Honrar la maternidad también fue característica de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada por la luna.
La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol, sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas.
Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan profundo sentido artístico sino la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.
La peregrinación al Tepeyac
El más representativo de estos rituales era el celebrado a mediados de la primavera, en el cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a la madre de los dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa «nuestra madre venerable».
Los festejos a la maternidad entre los aztecas eran de carácter sacro. Peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para honrar a Tonatzin, era un acto de comunión cósmica y una ceremonia de reconocimiento a la propia madre.
Tonatzin, como dice la historiadora Bibiana Dueñas, «era “la Madrecita”, y tenía por mayor atributo la vida; ella la daba. De allí su importancia y su fuerza más grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también la guerra y la muerte eran sus atributos». En las fiestas se le invocaba como «madre de las divinidades, de los rostros y los corazones humanos». Tonatzin aparecía muchas veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente de blanco; de noche gritaba y pregonaba.
También cuentan que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella; iba al mercado y se acomodaba entre las otras mujeres; más tarde desaparecía, abandonando la cuna por ahí. Cuando las otras mujeres advertían la cuna estaba olvidada, se asomaban a ella y encontraban un pedernal, con el cual se hacían sacrificios en su honor.
           En España se celebra el primer domingo de mayo, al igual que en Lituania, Portugal, Rumanía, Hungría y Sudáfrica. 

1 de abril de 2013

Flores que se comen






FLORES QUE SE COMEN




Rosas rojas que adornan un jarrón, olor penetrante y color deslumbrante, flores que saben seducir, pero, ¿a qué saben? Comer flores ha sido desprestigiado durante mucho tiempo, pero en los últimos años, los jefes de cocina, en la búsqueda de nuevas texturas que ofrezcan sensaciones diferentes las han empezado a introducir. 

La lista de flores comestibles es muy amplia, ya que además de rosas o las conocidas flores amarillas de ribetes verdes de calabacín, se pueden convertir en protagonistas de un plato los pétalos de rosas, claveles, malvas, azahar, lavanda, pensamientos, jazmín, crisantemos, gladiolos, violetas, amapolas o las pequeñas flores blancas de la salvia. 

De CALABACÍN. Entre las enumeradas la más habitual en la gastronomía de diversos países es la de calabacín, de textura delicada, que casi se deshace en la boca, dulzona y con cierto retrogusto a pipa de girasol. Esta flor, conocida por su nombre italiano “zuccini”, es la más utilizada en la gastronomía mexicana e italiana. 

En México existe una larga tradición de la cultura indígena de utilizar flores en los guisos, y aunque poco a poco se ha ido perdiendo, aún es fácil encontrar quesadillas con flor de calabacín o un burrito con vegetales en el que esta flor da un contraste dulzón y de fina textura entre trocitos de calabacín y pimientos. En este país, además se utiliza el jugoso y apretado ramo de flor de calabaza en tortitas, sopas, tamales o quesadillas, 

Esta flor también se puede encontrar en platos italianos como los raviolis o rellenas de mozzarella en rebozado crujiente, pero para crujiente, la flor de calabacín en tempura, que puede coronar una ensalada fresca con fondo de crema de mango, una mezcla de lechuga, pétalos de flores diversas y láminas de manzanas reinetas regadas con una vinagreta con miel. 

Los pétalos de rosas, con su profundo aroma, sabor astringente y algo ácido, se convierte en el plato en un bocado vistoso con connotaciones de lo más eróticas, que recuerdan al platillo más literario: codornices con pétalos de rosas, el que encendió la pasión de Gertrudis en “
Como Agua para Chocolate”. No obstante, se puede optar por platos más simples, pero igual de sugerentes como la pasta fresca rellena de salvia y rosas, salteada con ajo y setas. Y como los pétalos de las rosas y la besamel hacen muy buena pareja, ésta se puede prodigar en unas pequeñas croquetas o en rellenos de verduras. 

Estos pétalos tan versátiles también se pueden ofrecer como delicados tropezones de una sopa, para lo que hay que dejarlos secar durante un mes envueltas en papel de prensa o escarchados realzando un postre, para lo que sólo se necesita humedecer la flor en clara de huevo, espolvorearlas con azúcar y dejarlas secar durante tres días. 

La flor de azahar no por más pequeña es más débil en aroma o en sabor, del que destaca sobre todo sus toques a melaza, que la hacen ideal para postres y helados, aunque también puede ser interesante para salsas de contraste salado-dulce que acompañen carnes o pescados. 

ROSAS, LAVANDA, JAZMÍN.. . Con un sabor que abrasa, la lavanda, puede también ser un ingrediente curioso para los postres y con muy pocos pétalos, pues el exceso destrozaría el plato, podría entrar en siropes para acompañar chocolates negros o blancos; aunque para salsas de postres con éxito, el coulis de amapola, que marida a la perfección con pasteles de queso de oveja. Para elaborar el coulis se han de cocer los pétalos de amapola fresca con agua, azúcar moreno y zumo de limón que después se trituran para hacer de todos sus ingredientes una salsa homogénea. 

Emparejar flores y alimentos parece cosa extraña, pero pueden dar sorpresas como la de reunir en un mismo plato el lechazo y unas malvas con miel, para lo que tras limpiar y cortar el lechazo en tacos y adobarlo con aceite de ajo, orégano y vino blanco y colocar en brocheta sobre una base de verduras se salsea con la reducción a fuego lento de las malvas secas en vinagre viejo y miel. 

En carnes, el jazmín es un aporte espectacular, que aprovechan con gran destreza los orientales, pero que también se puede ligar en salsas para platos como el lomo de ciervo a la brasa o en otros de pollo asado. 

Además de aplicar las flores a los platos, con ellas se pueden obtener productos con un toque exótico, como sal de flores que se obtiene triturando 20 gramos de flor de sal con 15 de flor seca; mantequilla de flores que se consigue al triturar 200 gramos de mantequilla con 20 de flor seca; o cubitos de hielo a la flor, para lo que se llenan la cubiteras con flores y agua acidulada y que se pueden utilizar para sorprender en una bebida o para cocinar introduciendo el cubito sin descongelar. 

Las flores también, además de tener su pareja ideal entre los alimentos, la tiene entre las bebidas y para comenzar un buen festín floral, nada mejor que con un ponche elaborado con oporto dulce, brandy, frutas rojas maceradas en aguardiente y cava brut ligeramente azucarado y con pétalos. Esta bebida marida a la perfección con una ensalada de flores y hierbas y para el resto de platos blancos fríos o tintos maceración carbónica, jóvenes o crianzas, caldos no demasiado potentes para que no anulen los aromas que desprenden los platos con flores. 

Por muy fantásticos que parezcan estos platos, hay que ser realistas a la hora de elegir la materia prima.
Los ramos de rosas que expenden las floristerías, por muy apetecibles que parezcan, no deben ser utilizados para la alimentación, ya que pueden contener residuos de fitosanitarios. Por este motivo hay que apostar por flores del jardín que no han sido tratadas con productos químicos o por las que diversas compañías venden ya deshojadas y empaquetadas en las fruterías, cuyo destino habitual suele ser la restauración. 

Sin embargo, siempre queda la posibilidad de lanzarse al campo a buscar unas
amapolas frescas o unas flores de salvia, que añadidos a platos, decoración y bebidas pueden suponer el mejor triunfo de un jefe de cocina aunque sea aprendiz, perpetuar un instante efímero de comer flores. Fuente:[url]http://www.efe.com/[/url]